Búsqueda en los contenidos de la web

Búsqueda avanzada

¿Es la acuicultura sostenible?

Aurelio Ortega. Jefe de área de acuicultura en el Instituto Español de Oceanografía

La población mundial se ha multiplicado por cuatro en el último siglo y se espera que se acerque a los 10.000 millones de personas en 2050. Este incremento ha ocasionado que la disponibilidad de alimento sea uno de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad, y muchos expertos coinciden en que este alimento debe de proceder de los océanos. En los últimos cincuenta años se ha duplicado el consumo de productos acuáticos hasta alcanzar los 20 kg por persona y año. Y dado que las pesquerías se mantienen prácticamente constantes en las últimas décadas y parecen haber alcanzado su máximo nivel sostenible, los aumentos de producción están procediendo y en el futuro todo indica que seguirá siendo así, de la acuicultura.

El cultivo de organismos acuáticos, es decir la acuicultura, tiene miles de años de historia, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando comenzó a desarrollarse, sufriendo una evolución muy rápida que le llevó de apenas un millón de toneladas en 1950 a los casi 115 millones de toneladas que se produjeron en 2018, lo que supone más de la mitad del total de productos acuáticos. Casi la mitad de la producción de la acuicultura son peces (la mayoría dulce acuícolas), mientras que la otra mitad está compuesta fundamentalmente por algas y moluscos, suponiendo el resto de los organismos menos del 10%. 

Hoy en día, todos somos conscientes de que estos incrementos en la producción deben ser sostenibles a largo plazo, ya que queremos y debemos alimentar no sólo a nuestra generación sino también a todas las venideras, así que debemos preguntarnos si la acuicultura es sostenible y si está en la línea de cumplir con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. 

El índice de sostenibilidad «fish in – fish out» 

Seguramente la primera idea que nos viene al pensar en acuicultura es la de granjas de dorada, lubina o salmón en el mar que necesitan de otros peces para producir piensos con los que alimentarlos.  Pero la inmensa mayoría de los peces producidos por la acuicultura son especies como carpas, tilapias y peces gato que requieren cantidades muy bajas de harina y aceites de pescado. 

El índice «fish in – fish out» global de la acuicultura (kg de peces necesarios para producir un kg de pez de acuicultura) osciló en 2017 entre 0,2 y 0,25 según las fuentes consultadas ( (ligeramente mayor si se tiene también en cuenta los crustáceos) . Este índice disminuye año a año, y desde el año 2000 se ha reducido a la tercera parte, lo que implica que  la cantidad de harinas y aceites de pescado que se usan en la fabricación de los piensos han disminuido considerablemente.  Sin embargo, la sustitución por harinas vegetales tampoco es la panacea pues supone una presión añadida sobre los cultivos terrestres. Por este motivo, y para el cumplimiento de nuestro compromiso en nuestra primera memoria de sostenibilidad de acuicultura, se están comenzando a utilizar otras fuentes de proteína como las harinas de insectos, microalgas, subproductos alimenticios o las proteínas derivadas de microorganismos.

Por otro lado, también debemos tener en cuenta que la utilización del alimento por parte de los peces es mucho más eficiente que por parte de los animales terrestres, por lo que la cantidad de alimento necesaria para producir un kilo de pescado es mucho menor que la necesaria para producir un kilo de los animales terrestres. 

Además, existe otra acuicultura, incluso, más sostenible. ¡Algas y moluscos! Casi la mitad de la producción acuícola son algas y moluscos que se cultivan en el mar, no necesitan de aportes adicionales de alimento y tienen muchos beneficios ecosistémicos. Numerosos estudios han puesto de manifiesto que las algas y moluscos, actúan como sumideros de CO2 y, por tanto, contribuyen a la mitigación del cambio climático. Junto con los peces filtradores constituyen la denominada acuicultura extractiva, que extrae materia orgánica y nutrientes contribuyendo a depurar las aguas. (¿Te perdiste nuestro artículo sobre Acuicultura Multitrófica Integrada (AMTI)? Descúbrelo y conoce todos los beneficios para el medioambiente.) Sin duda nos encontramos antes algo a tener en cuenta en nuestra primera memoria de sostenibilidad en la acuicultura debido a su gran aporte.

La producción de residuos y vertidos al medio ambiente es una característica de la mayoría de las producciones ganaderas, incluida la acuicultura no extractiva. Pero también aquí se está trabajando para disminuir la incidencia sobre el medio ambiente desde muy diversos puntos de vista: fabricando piensos más digestibles y que generan menos residuos, tratando los vertidos para disminuir la materia orgánica producida, realizando policultivos con especies extractivas, fomentando sistemas de recirculación que reciclan el agua o estableciéndose en lugares más alejados de costa donde el impacto sobre el medio es menor.

Para mejorar el bienestar animal y luchar contra algunas enfermedades, a veces se usan antibióticos y otros agentes quimioterapeúticos, que sólo deben emplearse en casos de estricta necesidad, bajo control veterinario, y con un periodo de supresión que garantice que nunca lleguen al consumidor. No obstante su uso puede suponer un problema medioambiental y por ello están siendo sustituidos, especialmente en los países más desarrollados, por técnicas de vacunación o sistemas de cultivo más respetuosos con el bienestar animal y el medio ambiente (acuicultura orgánica). A modo de ejemplo, sirva el caso del salmón en Noruega, que en los últimos 30 años rebajó el uso de antibióticos un 99% mientras que multiplicaba por siete su producción.     

La acuicultura, un aliado para la igualdad social y económica 

No podemos hablar de la sostenibilidad de la acuicultura sin tener en cuenta la sostenibilidad social y económica de la actividad. Según datos de la FAO, la acuicultura da trabajo directamente a más de 20 millones de personas. La mayoría de ellas pertenecientes a países en vías de desarrollo, y supone un valor en primera venta de más de un cuarto de billón de dólares USA. Y otro dato importante que avala la sostenibilidad social, es que, si tenemos en cuenta los empleos indirectos generados, el 50% de los trabajadores del sector son mujeres, lo que contribuye a la igualdad de género. 

Asumiendo que hay retos por resolver y aspectos para mejorar su sostenibilidad, podemos concluir que a nivel global la acuicultura es una actividad sostenible, socialmente aceptada, que proporciona alimento y empleo a un número creciente de personas y que además puede ayudar en la lucha contra el cambio climático, pues proporciona menos gases de efecto invernadero que otros sistemas agrícolas y ganaderos equivalentes, demostrando su compromiso de sostenibilidad. 

volver

Grupo de Innovación Sostenible