El Marco Financiero Plurianual (MFP) no es solo una tabla de cifras: es el mapa político de lo que Europa decide priorizar. Para la I+D+i del sistema alimentario, el mensaje tras la revisión intermedia es ambivalente. Por un lado, se mantiene un armazón potente —Horizonte Europa, las misiones y el Cluster 6, LIFE y ciertas sinergias con Europa Digital— que siguen financiando ciencia aplicada, demostradores y soluciones de sostenibilidad. Por otro, la presión de nuevas prioridades (geopolítica, migración, seguridad) ha tensado las costuras y obliga a competir más por cada euro y a justificar con métricas el impacto real en clima, biodiversidad, agua, energía y resiliencia de la cadena.
La gran carencia no está en las ideas ni en el talento, sino en la “última milla” del despliegue: el MFP no financia de forma sistemática el CAPEX de industrialización a escala para tecnologías TRL 8-9. Eso nos empuja a hacer ingeniería financiera: combinar subvención (I+D), garantías y deuda (InvestEU/BEI), ayudas regionales y, cuando encaje, compra pública innovadora. Si queremos pasar del piloto a la planta, hay que diseñar ese stack desde el minuto cero e invitar a la financiación a la mesa del consorcio, no al final.
¿Oportunidades? Varias. La Plataforma STEP, aunque horizontal, puede convertirse en una pista rápida para capacidades críticas (bioprocesos, automatización avanzada, materiales y envases de baja huella, frío eficiente, ciberseguridad). Además, el ecosistema alimentario encaja muy bien en proyectos “de sistema”: agricultura de precisión conectada con industria, trazabilidad de extremo a extremo, valorización de subproductos, eficiencia hídrica y energética, reducción de mermas y modelos de negocio circulares. Ganarán las propuestas que integren toda la cadena de valor —proveedores tecnológicos, industria, pymes, cooperativas, logística y retail— con KPIs claros y escalables.
Lo que no debemos esperar es el viento de cola de NextGenerationEU: ya no es estructural. Toca ser más selectivos, más colaborativos y europeos en ambición. De aquí a 2027, la consigna para el ecosistema agroalimentario europeoes doble: afinar el foco (impacto medible y escalable) y preparar el terreno político para el próximo MFP. Porque el verdadero debate —cuánto y cómo blindar la investigación e innovación frente a otras prioridades— se está abriendo ya. Y si el sistema alimentario quiere ser parte de la solución, deberá estar también en el centro de esa conversación.