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Agua, el desafío que viene

En las últimas semanas, el tema del agua ha estado presente en boca de todos ocupando titulares de noticias y siendo objeto de numerosas conversaciones debido a la celebración de la Mesa de la Sequía. Y es que, sin duda alguna, el cambio climático está afectando de manera importante a nuestro planeta.

Hasta hace poco, el agua se ha considerado un recurso fácil de conseguir y barato, pero  el futuro vislumbra un escenario bien distinto si antes no ponemos remedio. 

El cambio climático reducirá las precipitaciones especialmente en los países mediterráneos, y estas lluvias se concentrarán en cortos espacios de tiempo dificultando su retención y aprovechamiento.

Conocedoras de esta situación, las empresas de la industria alimentaria llevan años apostando por nuevas tecnologías que ahorren costes en sus procesos productivos. Y es que el agua en este sector tiene múltiples usos, ya sea en procesos de limpieza e higienización, como recurso en la cadena productiva, como medio de transporte o en refrigeración y calderas.

Además, la industria alimentaria sabe que una gestión sostenible del agua va a resultar esencial en el futuro y, por ello, ha asumido este desafío como uno de sus objetivos prioritarios hasta el 2030 en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS de Naciones Unidas. 

Ahora la pregunta es, ¿realmente se está haciendo todo lo necesario?

En mi opinión, vamos por el buen camino, con grandes avances en materia de ahorro de agua en el sector alimentario: infraestructuras hídricas, distribución del agua corriente, recogida y el tratamiento de las aguas residuales…pero todavía hace falta más investigación e innovación.

¿Pero qué pasa si miramos hacia otro lado?

Desde hace años, los embalses y trasvases están siendo una solución a la falta de agua. Sin embargo, los esfuerzos por capturar, almacenar y trasladar agua parece que están abocados al fracaso si continua sin llover.

Del mismo modo, el futuro que nos espera, si no ponemos solución de forma rápida, parece estar ligado a la única tecnología que muchos de nosotros ya conocemos, la desalación, o lo que es lo mismo, bebernos el Mediterráneo. Y aunque puede que dentro de unos años el agua desalinizada sea muchísimo más barata que la que pueda llegar del trasvase, una cosa es el coste real y otra el precio político que se quiere poner al agua trasvasada.

Todo esto hace confirmar mi pensamiento, el importante papel que juega la colaboración entre empresas, centros de I+D y proveedores tecnológicos para encontrar soluciones a la falta de agua.

Por tanto, todo el sector, y la sociedad en general, debemos trabajar en la recuperación de líneas de investigación que en la actualidad no hayan sido suficientemente exploradas y que podrían ser útiles. Y pongo un ejemplo para finalizar esta cuestión, el uso conjunto eficiente de aguas superficiales y subterráneas como una solución innovadora a los problemas de escasez.

 

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