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"No es admisible demonizar un producto con un fin recaudatorio"

Entrevistamos al presidente de la cooperativa azucarera Acor, Carlos Rico, que aborda el fin de las cuotas en el sector, cómo adaptarse a este nuevo escenario y las propuestas de I+D+i de la empresa.

Andrea Villarino/Manel González.- Terminada la campaña de recolección, ¿qué valoración hace de los resultados obtenidos?

Carlos Rico.- La campaña remolachera ha terminado mejor de lo que comenzó, con unas siembras tardías, irregulares y no realizadas en óptimas condiciones debido a una meteorología desfavorable, y ligeramente por encima de lo que pronosticábamos en el mes de agosto y septiembre, tras un verano con temperaturas más altas de lo habitual, sobre todo durante la noche, que no ayudaron al óptimo desarrollo del cultivo de remolacha. Con todo, la campaña podemos decir que ha sido una campaña aceptable en cuanto a la polarización de la remolacha (17,49º), pero corta tanto en producción final (unas 802.000 toneladas de remolacha procesadas) como en rendimiento (en torno a 105 t/ha de remolacha tipo). Todas ellas cifras peores a las registradas en las campañas anteriores.

A. V./M. G.- Económicamente, los resultados han sido positivos tras haber recuperado la senda de los beneficios. ¿Satisfechos?

C. R.- Aún nos queda mucha campaña comercial por delante para hacer una valoración definitiva. Es cierto que los precios de venta del azúcar se han recuperado algo a  lo largo del último año, sobre todo a nivel internacional, pero en la UE partíamos de unos precios insoportables y en mínimos históricos, que han provocado en todo el sector productor comunitario unos resultados económicos negativos muy preocupantes. Lo único que demandamos los productores a los consumidores de azúcar es un cierto equilibrio entre nuestros costes de producción y la calidad que nos exigen, con los precios de venta de nuestro producto, respetando siempre que exista un mínimo margen de beneficio para poder mantener nuestra actividad industrial y unos precios dignos del producto agrario que, a la postre, significa calidad, seguridad de abastecimiento y mantenimiento del tejido rural.

A. V./M. G.- El fin de las cuotas del sector remolachero trae consigo la aparición del fantasma de la volatilidad de precios. ¿Están preocupados?

C. R.- La volatilidad de precios ya llevamos tiempo sufriéndola en el sector a pesar de la existencia de “cuotas”, sobre todo, desde la anterior reforma de la OCM del azúcar que tuvo lugar en el 2006, donde ya se anunció e inició el proceso de finalización de las mismas para abrir el mercado europeo a los excedentes de azúcar mundiales y, por consiguiente, la eliminación de un sistema estable que ha demostrado su efectividad, tras más de 50 años de existencia. Desde entonces, ACOR y todo el sector en España y en la UE nos hemos sometido a un extraordinariamente duro proceso de reestructuración y a esa volatilidad de los precios del azúcar. Me preocupa la falta de reglas de juego en este mercado global y, sobre todo, el abuso de ciertas posiciones de dominio en países cuya reglamentación no tiene nada que ver con la comunitaria, ni desde el punto de vista medioambiental, ni sanitario, ni de respeto por ciertas normas básicas referentes a derechos humanos, calidad de productos e incluso “precios comerciales” que rozan la ilegalidad.

A. V./M. G.- Se plantean como objetivo aumentar un 20% la superficie dedicada al cultivo de remolacha azucarera y llegar a producir 180.000 t de azúcar en 2020. ¿Tienen algún plan de fortalecimiento de la estructura de la cooperativa para poder gestionar este crecimiento de la producción en las mejores condiciones?

C. R.- Sí, como ya he dicho, desde 2006 nos hemos venido preparando para este momento con más de 52 millones de euros sólo en mejoras e inversiones en nuestra Azucarera de Olmedo (22,3 millones en los tres últimos ejercicios económicos cerrados). Pero además, al tiempo que hemos optimizado a nivel industrial nuestra azucarera, hemos constituido tres empresas coparticipadas en tres ámbitos distintos de la actividad azucarera, buscando un mayor músculo económico y comercial para afrontar estos próximos años sin cuotas y dando al socio la posibilidad de estabilizar los cultivos de su rotación, desde el punto de vista productivo y salvaguardando ese mínimo económico que ofrece el contrato con precio mínimo conocido. Así, en 2009 constituimos las sociedades Rolsa y Atisa junto con el grupo cooperativo francés Tereos, para la producción y refino de azúcar de caña en Olmedo y para la comercialización conjunta de toda la producción de azúcar de ambas cooperativas en la península ibérica y, más recientemente en el 2014, constituyó con ED&F MAN, la empresa Iberlíquidos, para la producción y comercialización en todo el territorio nacional, de melaza y melazas enriquecidas para la alimentación animal. Todo ello, junto con las últimas actuaciones previstas para nuestra azucarera, nos va a permitir afrontar en inmejorables condiciones el reto de llegar a las 180.000 toneladas anuales de producción de azúcar.  

A. V./M. G.- ¿Qué supondrá para su sector el impuesto sobre el azúcar aprobado por este Gobierno?

C. R.- Bueno, lo primero que debemos decir es que el impuesto sobre las bebidas azucaradas ni siquiera ha iniciado su tramitación legislativa, sólo fue anunciada su creación por el Ministro de Hacienda el pasado mes de diciembre. Desde entonces, todo el sector remolachero azucarero nacional, el gobierno de Castilla y León, y me atrevo a decir que incluso el Ministerio de Agricultura a nivel nacional, han rechazado esta medida recaudatoria que desde una parte de la administración tratan de imponer apoyándose en un supuesto beneficio sanitario que nadie todavía ha sido capaz de explicar y justificar. De llegar a aprobarse este nuevo impuesto específico, es evidente que podría llegar a perjudicar a medio y largo plazo al consumo nacional de azúcar, lo que tarde o temprano se trasladará directamente a los precios del azúcar e indirectamente a los precios de la remolacha, afectando por tanto a la competitividad de todo el sector (agricultores, industria y trabajadores directos e indirectos).  No hay que olvidar que nuestro sector es clave en España, no sólo por los más de 6.000 remolacheros y 2.000 trabajadores involucrados directamente en esta actividad agraria e industrial, sino por su importancia para el mantenimiento del entorno rural, como son nuestros pueblos, zonas siempre con especiales dificultades.

Por otro lado, no es admisible demonizar un producto con un fin recaudatorio. La repercusión de este daño reputacional puede tener una costosa factura social y económica. Los problemas de salud derivados de una dieta desequilibrada de cualquier producto alimentario, se deben combatir de manera multifactorial: información veraz, educación social (sobre todo infantil) y promoción de hábitos de vida saludables.    

A. V./M. G.- ¿Qué importancia tiene para Acor la I+D+i? ¿En qué líneas trabajan al respecto?

C. R.- En los últimos años la Cooperativa ha realizado un destacable desembolso para dotar de la última tecnología a nuestra azucarera de Olmedo (como decía antes, más de 52 millones de euros entre 2006 y 2016), permitiendo que el proceso de producción de azúcar en Acor, desde la parcela donde se cultiva la remolacha hasta el momento y la forma en que nuestro azúcar llega al consumidor final, sea lo más fluido y eficaz posible. Contamos con un sistema de módulos de arranque y transporte de la remolacha desde la parcela de nuestros socios, implantado en los últimos años, que ha revolucionado totalmente la campaña de arranque y entregas de remolacha en fábrica, además de haber modernizado y automatizado toda la parte del proceso de envasado y empaquetado del azúcar. Es decir, en Acor trabajamos desde el principio hasta el final de la cadena de producción. La sostenibilidad, en todos sus aspectos, ambiental, económica, social, etc., siempre ha constituido una pieza fundamental en la labor de Acor, pues estamos convencidos que el futuro va a depender totalmente  de garantizar y acreditar dicha sostenibilidad en su más amplio significado. La preocupación de Acor por la sostenibilidad ambiental no se reduce solo a los aspectos industriales, también en el sector agronómico nos involucramos en estos temas. Sin ir más lejos, este mismo año Acor se ha incorporado a la plataforma SAI (Iniciativa para una Agricultura Sostenible), que es la principal iniciativa mundial para lograr y garantizar una cadena de valor de comida y bebida íntegramente sostenible. Es una iniciativa que busca garantizar un suministro constante, creciente y seguro de materias primas agrícolas obtenidas mediante un cultivo sostenible, y que agrupa a las principales empresas agroalimentarias a nivel mundial. También desde el punto de vista agrario estamos apoyando a nuestros socios para el desarrollo de instalaciones de energía renovable, que reducen el consumo de combustibles fósiles, buscando una mayor competitividad futura y un menor impacto medioambiental.    

A. V./M. G.- Acor dispone desde hace años de una planta de biodiesel. ¿Por qué decidieron ponerla en marcha? ¿Cómo contribuye esta planta a la sostenibilidad de la empresa?

C. R.- Bueno, nunca ha sido estrictamente una planta de biodiesel, la cooperativa puso en marcha en Olmedo en 2007 una planta de tratamiento de aceite y oleaginosas, que a pesar de la importancia y tradición de nuestra región en el cultivo de las oleaginosas a nivel nacional, es la única planta existente en Castilla y León capaz de molturar semillas oleaginosas (colza y girasol)  y obtener a partir de ese proceso, aceites crudos y harinas de colza y girasol, claves para su comercialización en el mercado de la alimentación animal. Inicialmente, aprovechando el empuje que desde la UE se daba a los biocarburantes y en concreto a la producción de biodiesel, desarrollamos esta planta bajo el prisma de máxima transformación del producto como la mejor opción para conseguir el mayor valor añadido posible a los productos de nuestros socios, y aquí entraba el proceso de esterificación de esos aceites crudos para llegar a obtener y comercializar biodiesel de automoción. Lamentablemente, las medidas totalmente equivocadas y a destiempo adoptadas por el Gobierno de nuestra nación respecto a los biocarburantes, junto con la situación en los últimos años del mercado del petróleo (carburantes) y de los aceites, no permiten acudir a nuestra cooperativa a este mercado. Sin embargo, Acor tuvo la cintura y la previsión suficiente para acoplar a esta planta el proceso de refino de esos aceites crudos, para poder así producir y estar presentes en el mercado de los aceites de calidad alimentaria, fundamentalmente de girasol.

Además, para ganar consistencia en esta nueva área de la comercialización de aceites alimentarios, en 2014 constituimos la sociedad Agroproducciones Oleaginosas junto a la multinacional portuguesa Sovena Oilseeds. Por tanto, con esta inversión Acor ha conseguido ofrecer a partir de 2007 a sus agricultores socios la posibilidad de producir, entregar, transformar y beneficiarse del valor añadido de la transformación industrial de la colza y el girasol que cultivan en sus explotaciones, además de mantener el cultivo remolachero, lo que le proporciona e impulsa una rotación muy adecuada y obligatoria para sus tierras. A nivel empresarial es evidente que también ha contribuido a la sostenibilidad de la cooperativa, pues Acor ha pasado de ser antes de 2008 únicamente productor de azúcar de remolacha y sus derivados (alcohol y pulpa), a producir y estar presente en el mercado del azúcar (tanto de remolacha como de refinado de caña), en el de aceites alimentarios (girasol y colza), en el de biodiesel, en el de alimentación animal (pulpa de remolacha, alimentación líquida a través de melazas enriquecidas, harinas de colza y girasol), etc. Es decir, nos ha permitido diversificar nuestra actividad y, por tanto, minimizar riesgo.

Además esta misma infraestructura ha posibilitado el desarrollo de cultivo de trigos especiales que supone cerrar el círculo de la rotación de hasta cuatro cultivos distintos para nuestros socios, donde todos y cada uno de los productos se encuentran amparados por un contrato estable y basado en un precio mínimo garantizado, dando seguridad económica al agricultor.

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